When You See Yourself
- JC Peña
- 08/03/2021
Encumbrados en su momento por una prensa británica ávida de novedades y sin mayores alardes que su imagen pintoresca y canciones a medio camino entre la tradición sureña y los estribillos coreables, Kings Of Leon regresan cinco años después con un octavo disco que apuesta por medios tiempos reflexivos. Inciden en la misma receta sin estridencias que se manifiesta en canciones tan solventes como carentes del picante que constituye el ingrediente secreto del rock. Curioso que algunos de los que les aplaudieron tanto al principio o flipen con The War On Drugs se apresuren a despellejarles, pero sabemos cómo funciona esto.
Los Followill tienen en las raíces sureñas más aseadas el principal anclaje para su música; eso y su juventud en la era del revival garaje y rock de principios de siglo les dio un aura de autenticidad que han expandido a nuevos horizontes sin perder gancho comercial ni alejarse nunca de su zona de confort. El británico Markus Dravs (Björk, Arcade Fire, Coldplay) se vuelve a encargar del sonido orgánico de un álbum con el que coparán festivales de medio mundo cuando las circunstancias lo permitan. Igual estoy poniendo el listón bajo, pero agradezco que el disco de una multinacional suene a grupo y no a truquillos de software de moda.
El disco arranca con la guitarra atmosférica de “When You See Yourself, Are You Far Away”, que desemboca en territorios rítmicos y un estribillo sereno. El sencillo y contagioso riff del single “The Bandit” condensa la receta de los de Tennessee en uno de los mejores cortes del lote, que pone de acuerdo sus orígenes campestres con lustre melódico indie, guitarras inspiradas y estribillo celestial, aunque también exceso de minutos y subrayados: es un lastre que afecta a varios temas, aunque la sobriedad instrumental del cuarteto y un máster que deja respirar lo compensan.
Esa corrección suya puede hacerse encantadora (“Stormy Weather” y su bajo juguetón), majestuosa al borde del empacho (“A Wave”), tierna y romántica (“Time In Disguise”) o de ligereza pop con sintetizador incluido (“Golden Restless Age”). Algún momento anodino prescindible (“Supermarket”) remonta con reminiscencias de nervio rockero (“Echoing”). Y así, sin ningún sobresalto hasta el desenlace acústico de “Fairytale”, discurre un trabajo maduro en el que los sureños vuelven a mostrar que lo suyo es mantenerse dentro de los confines de su mundo. Para lo otro ya están Radiohead.